La gente
corre de un lado a otro,
todo se
convierte en nada,
la muerte
prepara el festín de las almas
corroídas por la ausencia.
El
invierno llegó tarde con el gélido aliento
de las nubes pasajeras.
Los cráneos
regados al pie de la batalla,
observan a
los caídos por el hambre de poder,
comen las
heces de la ramera
como un suculento
festín de los dioses.
El mundo colgando de una soga que forman una galaxia destellante
gira y gira rosando mi cuello.
Las luces rojas se confunden con el rojo carmesí de mi sangre ahogada
Siempre en un solo sentido,
de aquí, para allá
de aquí, para allá
hasta terminar abruptamente en el ocaso de histeria.
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