Quiero reventar,
explotar
y mandar al diablo a todo el mundo.
Porque soy todo en un millón de cosas,
el mas malo de los malos,
el pendejo entre los perturbados,
un sicario de las hojas caídas,
claustrofóbico dentro un útero.
Mis palabras revotan en los hilos de la desesperación,
chasquidos de odio
de rencor
impotencia partida
atada con harapos podridos y agua.
Salir consumir cocaína,
meterse unos tiros por la desesperación,
y volver para morir mil veces,
sin renacer,
con una triste historia entre los dedos,
tristemente claro,
honestamente, hecho mierda.
Martin Gala
martes, 3 de septiembre de 2013
viernes, 9 de agosto de 2013
VIERNES 09
La gente
corre de un lado a otro,
todo se
convierte en nada,
la muerte
prepara el festín de las almas
corroídas por la ausencia.
El
invierno llegó tarde con el gélido aliento
de las nubes pasajeras.
Los cráneos
regados al pie de la batalla,
observan a
los caídos por el hambre de poder,
comen las
heces de la ramera
como un suculento
festín de los dioses.
El mundo colgando de una soga que forman una galaxia destellante
gira y gira rosando mi cuello.
Las luces rojas se confunden con el rojo carmesí de mi sangre ahogada
Siempre en un solo sentido,
de aquí, para allá
de aquí, para allá
hasta terminar abruptamente en el ocaso de histeria.
miércoles, 15 de mayo de 2013
CUANDO EL INVIERNO RETORNA
Cuando las palabras sobran
rondan en el espacio etéreo
de la displicencia mental.
Se difumina todo,
como el humo del cigarro acabado,
cenizas de intriga sin rumbo,
de alegrías muertas
de elegías sin voz.
Rondando en la periferia de lo absurdo
los sueños se escapan con el ventarrón violento,
uno a uno, traicionando el sustento del mar.
Las criptas de los muertos pasivos
ejecutan las razones del teorema de paz,
el lado oculto del corazón,
gana espacio para el paraíso del infierno.
El filo corta la piel de estorbo,
el dolor inunda el alma,
la brisa de la utopía
se incendia en el despojo de la decepción.
Los rostros atrapados en el camino sin retorno,
gritan con la mirada atrapada en la pared,
tristes, con odio insultan las victorias perdidas
y lo fracasos ganados.
Desterrado de mi propia existencia,
recorro en agonía el seol,
el asesino oscuro busca venganza en el día de la noche,
clavando en los extremos de la ausencia
el rostro marchito de la herida sangrante.
Ausente,
en que me he convertido razón de mi vida,
en herida curtida,
en nostalgia de golpes sangrientos.
Quien salvara el mundo de los dos,
los días perdidos llenos de extrañeza constante,
un hálito de vida,
un soplo de amor,
una razón de ser.
Martín Gala
rondan en el espacio etéreo
de la displicencia mental.
Se difumina todo,
como el humo del cigarro acabado,
cenizas de intriga sin rumbo,
de alegrías muertas
de elegías sin voz.
Rondando en la periferia de lo absurdo
los sueños se escapan con el ventarrón violento,
uno a uno, traicionando el sustento del mar.
Las criptas de los muertos pasivos
ejecutan las razones del teorema de paz,
el lado oculto del corazón,
gana espacio para el paraíso del infierno.
El filo corta la piel de estorbo,
el dolor inunda el alma,
la brisa de la utopía
se incendia en el despojo de la decepción.
Los rostros atrapados en el camino sin retorno,
gritan con la mirada atrapada en la pared,
tristes, con odio insultan las victorias perdidas
y lo fracasos ganados.
Desterrado de mi propia existencia,
recorro en agonía el seol,
el asesino oscuro busca venganza en el día de la noche,
clavando en los extremos de la ausencia
el rostro marchito de la herida sangrante.
Ausente,
en que me he convertido razón de mi vida,
en herida curtida,
en nostalgia de golpes sangrientos.
Quien salvara el mundo de los dos,
los días perdidos llenos de extrañeza constante,
un hálito de vida,
un soplo de amor,
una razón de ser.
Martín Gala
LOS DÍAS Y LAS SOMBRAS
El antiguo patio de casa
que se suspende al filo del recuerdo,
se parece a la vaga idea que asombra
mis sentidos
impávido,
perdido,
maldito,
casi muerto.
El día es el morir de los momentos festivos,
una suerte de embeleso que envuelve a la muerte
que pacifica el infierno del horror de la vida
tétrico,
masoquista,
sádico,
indomable,
infringe terror a la noche,
las sombras meridianas que hacen guerra
por los espacios de luz.
En el antiguo patio de casa,
los soldaditos de plástico luchan entre si,
se ahogan en la miseria del descanso prohibido, de luz,
traficando sueños y vendiendo razones.
Caen de abajo hacia arriba, en su afán de tocar el cielo,
las hojas del árbol caído por el cansancio,
desgano y es en vano
el ruego de las inútiles nubes,
vendidas a las sombras,
Luz prisionera que retrocede rendida al caer la tarde,
otorga victorias día tras día,
a las gloriosa sombras que inundan mis ojos,
y no veo, no me dejan ver
las estrellas como fuegos artificiales,
celebrando a la oscuridad.
Yo me arrimo al lado de las piedras,
busco cobijo en el frío anochecer,
en los espacios vacíos,
llenos de nada, de rabia.
Mi infancia llena de sombras,
salta en el charco de lagrimas
nadie me mira,
nadie me escucha
acaricio los extremos
donde alguna vez cayeron las hojas.
Y en el comienzo del día,
me pierdo entre las sombras de la noche.
Martin Gala
que se suspende al filo del recuerdo,
se parece a la vaga idea que asombra
mis sentidos
impávido,
perdido,
maldito,
casi muerto.
El día es el morir de los momentos festivos,
una suerte de embeleso que envuelve a la muerte
que pacifica el infierno del horror de la vida
tétrico,
masoquista,
sádico,
indomable,
infringe terror a la noche,
las sombras meridianas que hacen guerra
por los espacios de luz.
En el antiguo patio de casa,
los soldaditos de plástico luchan entre si,
se ahogan en la miseria del descanso prohibido, de luz,
traficando sueños y vendiendo razones.
Caen de abajo hacia arriba, en su afán de tocar el cielo,
las hojas del árbol caído por el cansancio,
desgano y es en vano
el ruego de las inútiles nubes,
vendidas a las sombras,
Luz prisionera que retrocede rendida al caer la tarde,
otorga victorias día tras día,
a las gloriosa sombras que inundan mis ojos,
y no veo, no me dejan ver
las estrellas como fuegos artificiales,
celebrando a la oscuridad.
Yo me arrimo al lado de las piedras,
busco cobijo en el frío anochecer,
en los espacios vacíos,
llenos de nada, de rabia.
Mi infancia llena de sombras,
salta en el charco de lagrimas
nadie me mira,
nadie me escucha
acaricio los extremos
donde alguna vez cayeron las hojas.
Y en el comienzo del día,
me pierdo entre las sombras de la noche.
Martin Gala
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