miércoles, 15 de mayo de 2013

LOS DÍAS Y LAS SOMBRAS

El antiguo patio de casa
que se suspende al filo del recuerdo,
se parece a la vaga idea que asombra
mis sentidos
impávido,
perdido,
maldito,
casi muerto.

El día es el morir de los momentos festivos,
una suerte de embeleso que envuelve a la muerte
que pacifica el infierno del horror de la vida
tétrico,
masoquista,
sádico,
indomable,
infringe terror a la noche,
las sombras meridianas que hacen guerra
por los espacios de luz.

En el antiguo patio de casa,
los soldaditos de plástico luchan entre si,
se ahogan en la miseria del descanso prohibido, de luz,
traficando sueños y vendiendo razones.

Caen de abajo hacia arriba, en su afán de tocar el cielo,
las hojas del árbol caído por el cansancio,
desgano y es en vano
el ruego de las inútiles nubes,
vendidas a las sombras,

Luz prisionera que retrocede rendida al caer la tarde,
otorga victorias día tras día,
a las gloriosa sombras que inundan mis ojos,
y no veo, no me dejan ver
las estrellas como fuegos artificiales,
celebrando a la oscuridad.

Yo me arrimo al lado de las piedras,
busco cobijo en el frío anochecer,
en los espacios vacíos,
llenos de nada, de rabia.

Mi infancia llena de sombras,
salta en el charco de lagrimas
nadie me mira,
nadie me escucha
acaricio los extremos
donde alguna vez cayeron las hojas.

Y  en el comienzo del día,
me pierdo entre las sombras de la noche.
                                                                  Martin Gala

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