miércoles, 15 de mayo de 2013

CUANDO EL INVIERNO RETORNA

Cuando las palabras sobran
rondan en el espacio etéreo
de la displicencia mental.

Se difumina todo,
como el humo del cigarro acabado,
cenizas de intriga sin rumbo,
de alegrías muertas
de elegías sin voz.

Rondando en la periferia de lo absurdo
los sueños se escapan con el ventarrón violento,
uno a uno, traicionando el sustento del mar.

Las criptas de los muertos pasivos
ejecutan las razones del teorema de paz,
el lado oculto del corazón,
gana espacio para el paraíso del infierno.

El filo corta la piel de estorbo,
el dolor inunda el alma,
la brisa de la utopía
se incendia en el despojo de la decepción.

Los rostros atrapados en el camino sin retorno,
gritan con la mirada atrapada en la pared,
tristes, con odio insultan las victorias perdidas
y lo fracasos ganados.

Desterrado de mi propia existencia,
recorro en agonía el seol,
el asesino oscuro busca venganza en el día de la noche,
clavando en los extremos de la ausencia
el rostro marchito de la herida sangrante.

Ausente,
en que me he convertido razón de mi vida,
en herida curtida,
en nostalgia de golpes sangrientos.

Quien salvara el mundo de los dos,
los días perdidos llenos de extrañeza constante,
un hálito de vida,
un soplo de amor,
una razón de ser.
                               Martín Gala














LOS DÍAS Y LAS SOMBRAS

El antiguo patio de casa
que se suspende al filo del recuerdo,
se parece a la vaga idea que asombra
mis sentidos
impávido,
perdido,
maldito,
casi muerto.

El día es el morir de los momentos festivos,
una suerte de embeleso que envuelve a la muerte
que pacifica el infierno del horror de la vida
tétrico,
masoquista,
sádico,
indomable,
infringe terror a la noche,
las sombras meridianas que hacen guerra
por los espacios de luz.

En el antiguo patio de casa,
los soldaditos de plástico luchan entre si,
se ahogan en la miseria del descanso prohibido, de luz,
traficando sueños y vendiendo razones.

Caen de abajo hacia arriba, en su afán de tocar el cielo,
las hojas del árbol caído por el cansancio,
desgano y es en vano
el ruego de las inútiles nubes,
vendidas a las sombras,

Luz prisionera que retrocede rendida al caer la tarde,
otorga victorias día tras día,
a las gloriosa sombras que inundan mis ojos,
y no veo, no me dejan ver
las estrellas como fuegos artificiales,
celebrando a la oscuridad.

Yo me arrimo al lado de las piedras,
busco cobijo en el frío anochecer,
en los espacios vacíos,
llenos de nada, de rabia.

Mi infancia llena de sombras,
salta en el charco de lagrimas
nadie me mira,
nadie me escucha
acaricio los extremos
donde alguna vez cayeron las hojas.

Y  en el comienzo del día,
me pierdo entre las sombras de la noche.
                                                                  Martin Gala